Trabajar bajo el amparo del Gran Oriente de Francia (organización masónica internacional de reconocida regularidad e implicación en los problemas actuales), fue la elección lógica si queríamos desenvolvernos fuera de los estrechos márgenes que han marcado determinadas Obediencias de origen nacional, obviamente, sin que ello incidiera en el desarrollo de toda la carga simbólica ritual o del trabajo interior que desarrollamos los masones.
A ese respecto, nuestra ortodoxia ritual está garantizada, no solo por la tradición de la obediencia que ya ha celebrado los trescientos años, sino por la pureza de sus rituales, la mayoría nacidos bajo influencia directa del Gran Oriente de Francia. Otra de las razones principales es la total independencia de las Logias respecto a la sede administrativa.
Efectivamente, la estructura del GODF responde a la idea de una confederación de Logias que realizan sus trabajos dentro de la zona donde viven y con los intereses y preocupaciones de sus paisanos. A pesar de ello, la cobertura y protección que ofrece una organización de más de 50.000 miembros, repartidos por todo el mundo en unas 1.300 logias, garantiza plenamente la solidez de los proyectos masónicos que bajo su paraguas se llevan a cabo. El funcionamiento escrupulosamente democrático de su estructura garantiza la ecuanimidad y justicia de sus decisiones.
Somos sensibles a las necesidades de nuestra tierra, estamos enraizados en la porción del mundo en que nos ha tocado vivir, personas con los pies en el suelo y la mirada descansando en la cercanía. Masones, no obstante, que sienten a la humanidad como un todo y que miran hacia el horizonte de la Fraternidad Universal. Esta labor de búsqueda y reflexión va, desde luego, más allá del plano individual, orientándose igualmente hacia un trabajo social que, en algún momento, debería repercutir positivamente en la sociedad de la que formamos parte.